viernes, 19 de febrero de 2016

Lucia di Lammermoor: Escena de la locura, por Anna Netrebko

The Metropolitan Opera (2009)

Con la llegada del Romanticismo surgen en las óperas las famosas y conocidas “escenas de locura”. La soprano, soportando terribles presiones, pierde el juicio en una escena concebida para el lucimiento vocal de la prima donna. El porqué de la proliferación de este tipo de escenas es bastante sencilla. En el Barroco y el Rococó el canto era muy ornamentado. Coloraturas, trinos, agudos y filados se empleaban de forma indiscriminada, viniera o no a cuento. Lo de menos era la verosimilitud de la historia que se narraba; lo verdaderamente importante era el lucimiento de la voz. Esto cambia con el Romanticismo: lo que se representa ha de tener una apariencia de realidad. Pero el público sigue esperando esos momentos de virtuosismo de los intérpretes y éstos, sus escenas de brillantez canora. La solución más común es recurrir a un estado de trastorno emocional que justifique que la pobre afectada cante de una manera inusualmente irreal para los gustos de la época. Todas esas coloraturas y exhibiciones vocales se aceptan dentro del contexto de la enajenación mental del personaje.

Aunque se pudieran haber escrito arias de locura para todo tipo de voces, es natural que la mayoría de las que se conocen y han sobrevivido sean las cantadas por voces de soprano sfogato, categoría vocal belcantista que corresponde a una voz de gran extensión, de intenso y dramático timbre, con la agilidad necesaria para ejecutar toda clase de agudos y filigranas.

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