miércoles, 16 de octubre de 2013

Canto Gregoriano

Coro de la Abadía de Notre Dame de Fontgombault

El canto llano es una forma sagrada que representa la música más temprana conocida de la Iglesia Cristiana. La tradición del canto de los salmos en las sinagogas, fue sin duda una fuerte influencia del canto cristiano. Este canto se desarrolló separadamente en varios centros europeos. Entre los más importantes están Roma, Hispania, la Galia, Milán e Irlanda. El canto era desarrollado como forma de soporte a la liturgia local para la misa. Cada área desarrolló su propio canto y reglas de celebración. En España se estilaba el canto mozárabe, que muestra la influencia de la música del Norte de África. La liturgia mozárabe sobrevivió incluso a la invasión musulmana. No obstante, fue una corriente aislada y esta música sería suprimida más tarde en un intento de reforzar la conformidad con la liturgia completa. En Milán el canto ambrosiano, así nombrado en honor a San Ambrosio (340-397), obispo de Milán, fue la norma, mientras que el canto beneventano se desarrolló alrededor de Benevento, otro centro litúrgico italiano situado al norte de Nápoles. El canto gálico se empleaba en la Galia y el canto celta, en Irlanda y Gran Bretaña.
El papa Gregorio I (540-604) trabajó con sus ayudantes en un repertorio de música litúrgica que se llamó «romano antiguo» y recogió la práctica musical de los primeros cristianos con mayor fidelidad que las distintas interpretaciones que se hacían en determinados ritos locales, introduciendo poco a poco innovaciones y diferencias.
Durante los siglos VII, VIII y IX se fue constituyendo y seleccionando un repertorio que en honor a su primer recopilador, ha recibido después el nombre de canto gregoriano. En el siglo XI, la Iglesia Católica Romana quiso estandarizar la celebración de la misa y los cantos litúrgicos. En esa época Roma era el centro religioso de la Europa occidental y París su centro político. Los esfuerzos de normalización consistieron principalmente en combinar las dos versiones litúrgicas más significativas, imperantes en Roma y la Galia.
El canto gregoriano es monódico, o sea, consta de una sola línea melódica. En ella no interviene en absoluto la armonía ni el contrapunto. Es colectivo, anónimo y vocal, sin acompañamiento de instrumentos. El ritmo del canto gregoriano es libre, no sometido a la rigidez métrica del compás, y en él la música fluye potenciando el sentido del texto. Las obras gregorianas pueden compararse en su construcción con un arco arquitectónico del románico: un punto de arranque que tiende a alcanzar un clímax melódico y textual, tras el que se produce un progresivo relajamiento final, una cadencia.
Aparte de las formas responsorial y antifonal, el gregoriano puede ser silábico, si se canta una sola nota en cada sílaba del texto, o melismático, canto que consiste en florear ciertas sílabas con varias notas distintas, a veces muy numerosas.
De igual manera que la difusión internacional del arte románico fue el resultado de un proceso de integración político-religiosa, el canto gregoriano también estuvo sometido a esa tendencia uniformadora que reyes y obispos, desde Carlomagno, trataron de imponer tomando como base la recopilación ya iniciada por el papa Gregorio. La expansión geográfica de la orden de los monjes benedictinos de Cluny, portadores y ejecutores de estas ideas unificadoras, fue imponiendo el canto romano antiguo a todas las regiones, incluso a las que habían desarrollado un interesante canto litúrgico propio, como el ambrosiano en Milán y el mozárabe en España.

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