jueves, 27 de junio de 2013

Carl Orff: Carmina Burana

Kathleen Battle, soprano
Frank Lopardo, tenor
Thomas Allen, barítono
 
Coro Sin-Yu Kai
Orquesta Filarmónica de Berlín
Seiji Ozawa, director
 
I.- FORTUNA IMPERATRIX MUNDI
1. O Fortuna
2. Fortune plango vulnera
 
II.- PRIMO VERE
3. Veris leta facies
4. Omnia Sol Temperat
5. Ecce Gratum
 
III.- UF DEM ANGER
6. Tanz.
7. Floret Silva Nobilis
8. Chramer, Gip Die Varwe Mir
9. Reie.
10. Were Diu Werlt Alle Min
IV.- IN TABERNA
     11. Estuans interius
12. Cignus ustus cantat
13. Ego sum abbas
14. In taberna quando sumus
V.- COUR D'AMOURS
15. Amor volat undique
16. Dies, noxe et omnia
17. Stetit puella
18. Circa mea pectora
19. Si puer cum puellula
20. Veni, veni, venias
21. In truitina
22. Tempus es iocundum
23. Dulcissime
VI.- BLANZIFLOR ET HELENA
24. Ave formosissima
VII.-FORTUNA IMPERATRIX MUNDI
25. O Fortuna
En 1803, durante la desamortización, se encontró en Benediktbeuren, una abadía de benedictinos en Baviera, un volumen con cerca de doscientos poemas y canciones medievales. Los autores fueron monjes y eruditos errantes de vida licenciosa, conocidos en la historia como goliardos; los textos estaban en latín, alemán popular y algunos en francés. La inspiración cubría una amplia gama, desde lo desvergonzadamente grosero a Homero, Cátulo y Ovidio, y se trataban dos temáticas principales, lo amoroso y lo satírico. Esa colección llevaba el nombre de Carmina Burana.
Carl Orff (1895-1982) descendiente de una antigua familia de eruditos y militares de Múnich se interesó desde muy joven por esa colección y realizó una especie de arreglo en “canciones seculares (no religiosas) para solistas y coros acompañados de instrumentos e imágenes mágicas”.
Carmina Burana, cantata compuesta en 1937, presenta una concepción pagana de la vida con una música clara hasta la ostentación, rítmica elemental, elementos arcaicos – armonías aparentemente antiguas, coros sin polifonía- y efectos obtenidos con una percusión abundante.
La cantata está enmarcada por un símbolo de antigüedad, la rueda de la fortuna, que gira eternamente trayendo alternadamente mala o buena suerte, una parábola de la vida humana en constante girar. El clamor del coro a la Diosa de la Fortuna introduce y concluye la obra que se divide en tres secciones: el encuentro del hombre con la naturaleza, particularmente con la naturaleza que despierta en primavera; su encuentro con los dones de la naturaleza cuyo punto culminante es el don del vino en la sección In Taberna, y su encuentro con el amor.

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