jueves, 21 de febrero de 2013

Johann Strauss II: "El Murciélago"


Johann Strauss (1825-1899)
Die Fledermaus

Rosalinde: Kiri Te Kanawa
Eisenstein: Hermann Prey
Adele: Hildegarde Heichele
Dr. Falke: Benjamin Luxon
Prince Orlovsky: Doris Soffel
Frank: Michael Langdon
Frosch: Josef Meinrad
Invitados a la fiesta: Charles Aznavour, Merle Park y Wayne Eagling, Evadne Hinge y Hilda Bracket.

Die Fledermaus, en español, El murciélago, es una opereta cómica en tres actos con música de Johann Strauss II  y libreto en alemán de Karl Haffner y Richard Genée, basado en Le Réveillon, Comédie en tres actos de Henri Meilhac y Ludovic Halévy (París, 1872) y Das Gefängnis, Lustspiel en cuatro actos de Roderich Benedix y Ernst Albert (Berlín, 1851). Meilhac y Halévy habían escrito para Offenbach el ingenioso libreto  de Le Réveillon que éste no utilizó. Tras muchas vueltas llegó a Viena, donde finalmente se estrenó el 5 de abril de 1874 en el Theater an der Wien.
Pese a un relativo fracaso inicial, la obra fue ganando aceptación en las sucesivas reposiciones. En 1877 se presentó en París con el nuevo epígrafe de La Tzigane, contando con ciertos cambios en el libreto y algunos añadidos musicales pertenecientes a otra obra del compositor, titulada Cagliostro in Wien (1875). A partir de 1894, cuando Gustav Mahler inscribió Die Fledermaus en el programa de la Ópera de Hamburgo, pasó a formar parte del repertorio de todos los teatros de ópera del mundo. Entre los grandes montajes de Die Fledermaus destacan el que en el año 1899 dirigiera Richard Strauss para la Ópera de la Corte de Berlín, el montaje de Max Reinhardt, de 1929, en el escenario del Deutschen Theater, o el legendario de Walter Felsenstein en la Ópera Cómica de Berlín del año 1947.
Die Fledermaus ‒paradigma de la opereta vienesa‒ se caracteriza por su música refinada, ligera e imaginativa, sus bellas melodías y una orquestación brillante, además del predominio de los ritmos de danza clásicamente vieneses. Es sin duda la obra maestra del género y la más popular de todas las operetas de Johann Strauss II. La obertura, a ritmo de vals, el finale del acto II, la escena del calabozo del acto III y el inolvidable vals que cierra la obra son los momentos culminantes de esta chispeante partitura. Cada uno de sus números musicales se ha convertido en un gran éxito. La única duda que podría plantearse sobre ella es el género al que pertenece. Ante todo, a la ópera cómica, que se aproxima en muchos puntos a la opereta, la zarzuela española y la comedia. Cualquiera que sea el género en que se sitúe El murciélago, es la culminación de la opereta. La Hofoper de Viena, y de acuerdo con ella muchos otros templos serios de las Musas, la declararon ópera cómica para poder incluirla en su programación. El caso es que es de las mejores. Rebosa humor e ingenio, energía y alegría de vivir. Las ocurrencias se suceden sin descanso y cada una de ellas es de un arte exquisito. También son brillantes los papeles de los artistas; plantean grandes exigencias y vocalmente muchos están a la altura de los más difíciles papeles operísticos. En la música de El murciélago se expresa como en ninguna otra obra la infinita magia de una ciudad y de una época, que a decir verdad tenían numerosos problemas sin solución, pero rebosaban capacidad creativa y optimismo.
El estreno de El murciélago tuvo lugar en un momento sumamente desfavorable. Una gran crisis económica sacudía a Austria. Pocos meses antes, en el Viernes Negro, se había derrumbado la Bolsa de Viena y había arrastrado al abismo a varias fortunas aparentemente sólidas. El 5 de abril de 1874 reinaba en el Theater an der Wien un ambiente apocalíptico que ni siquiera El murciélago podía cambiar. Hubo sólo diecisiete representaciones, aunque exitosas, una cantidad casi ridícula para el célebre Johann Strauss  que parecía un peligroso fracaso. En los demás países donde se representó en seguida la obra obtuvo el éxito rotundo que merece. En poco tiempo llegó a ser una de las obras más programadas de ese género alegre y ligero, tan difícil de interpretar bien.

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