sábado, 2 de febrero de 2013

Giuseppe Verdi: Quando le sere al placido, recitativo y aria de Rodolfo en "Luisa Miller"

Luciano Pavarotti, tenor
Orquesta Filarmónica de Nueva York
Leone Magiera, director

 
El tenor lírico posee una voz suficientemente potente para cantar en grandes teatros sin dificultad pero a la vez tiene facilidad para llegar a los agudos. La tesitura de tenor lírico ha de llegar al Do5, o Do de pecho.
Es la voz de los personajes románticos, de los enamorados jóvenes. Personajes cómo Alfredo de La Traviata, Romeo de Roméo et Juliette, Rodolfo de La Bohème, de Werther, etc.
El tenor lírico spinto (también, en italiano, tenore di forza) hace referencia a un matiz dentro del registro vocal del tenor. La palabra spinto (it.: empujar) indica que el tenor spinto produce un sonido fuerte y violento a través de una presión subglótica muy alta. Es una voz caracterizada por tener mayor potencia y capacidad de proyección que la voz de tenor lírico.
Aunque spinto se usa para caracterizar una calidad vocal, en realidad es la expresión de un defecto técnico, el cantar con exagerada presión subglótica. Por eso, el tenor spinto tiende a perder su calidad vocal más rápido que una voz lírica.
Desde los años 60, se ha hecho costumbre que tenores di forza canten también papeles de tenor lírico.
Decir que Pavarotti ha sido el mejor tenor de la historia es simplemente una simplez  que encaja a la perfección con el deseo humano de clasificar, encajonar, adjetivar y etiquetar. La voz de Pavarotti hubiera hecho de él un lamentable tenor mozartiano, fuera de estilo continuamente; y si se hubiera dedicado a querer cantar óperas de Wagner hubiera arruinado su voz en pocos años. La voz de Pavarotti no encajaba bien en los papeles veristas, y no tenía ni la anchura ni el dramatismo preciso para encarnar en escena al Otello de Verdi por poner un ejemplo. En esencia la voz de Pavarotti era la de un tenor lírico, adecuada para el bel canto (Bellini y Donizetti), algunos papeles verdianos (Rigoletto, Don Carlo, Luisa Miller, Un ballo...) o puccinianos (La Bohème, esencialmente). A este repertorio se le pueden añadir algunos otros papeles, pero no muchos más.
La voz de Pavarotti era de una belleza sobrecogedora, y desde finales de los años 1960 hasta la mitad más o menos de la década de los 1980 su reinado en los grandes teatros del mundo fue indiscutible. Era sin embargo un actor bastante deficiente, con recursos y movimientos expresivos muy limitados, por lo que en escena recurría a su carisma personal y al prodigio de su voz. Siempre estuvo mucho más cómodo, en los papeles de ingenuo muchacho: su Rodolfo de La Bohème y su Nemorino de El Elixir de amor son sencillamente memorables, quizá inmejorables.

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