lunes, 28 de enero de 2013

Juan Hidalgo: Celos aún del aire, matan


Procris, Angeles Blancas
Céfalo, Giuseppe Filianoti
Diana, Darina Takova
Aura, Juanita Lascarro
Erostrato, Carlo Lepore
Clarín, Jose Julian Frontal
Rústico, Emilio Sanchez
Floreta, Olga Pitarch
Megera, Gloriana Casero
Necto, Philippe Jarousski
Tesífore, Toni Gubau Bosch
 
Orquesta del Teatro Real de Madrid
Jean Claude Malgoire, director
En el siglo XVII español el nuevo estilo monódico acompañado se desarrolla sobre todo en la música escénica. La primera ópera totalmente cantada se representó en Madrid en 1629: el texto era de Lope de Vega (1562-1735) y se titulaba La selva sin amor. Su música, obra del italiano Filippo Piccinini, no se conserva, ni tampoco la de otras óperas o espectáculos escénicos que se presentaban en el Teatro del Buen Retiro de Madrid. Pero sí fue hallada la música de Celos aun del aire matan, ópera barroca en tres jornadas fechada en 1660, con texto de Calderón de la Barca (1600-1681) en torno al mito de Céfalo y Procris y música de Juan Hidalgo (c.a. 1614-1685), Maestro de la Real Capilla.
Sin embargo, tuvo más éxito otro género no totalmente cantado: la zarzuela. Se le llamó así porque se representaba generalmente en un palacete de caza situado en los alrededores de Madrid, que llevaba ese nombre; el edificio subsiste todavía, muy reformado, como residencia actual de los reyes de España. En la zarzuela alternaban pasajes sin cantar con trozos cantados. Como arte exclusivamente cortesano, sus asuntos eran mitológicos o fantásticos, y su estilo musical alternaba lo monódico con lo polifónico madrigalesco. Es decir, salvo el nombre, no tienen nada que ver con las zarzuelas que surgirán en el siglo XIX.
Fue, además, muy frecuente la participación musical en el teatro barroco español del Siglo de Oro. Allí abundan los villancicos (canciones polifónicas de estructura sencilla e inspiración popular), los bailes, las tonadillas e, incluso, los fragmentos totalmente instrumentales. Casi todas las obras teatrales comenzaban con un fragmento coral a cuatro voces que alababan la obra: por ello se les llamaba los «cuatro de empezar». Todo este arte musical se inspiró frecuentemente en la música popular y tiene un gran tipismo y colorido.
Con la venida de los Borbones comienza la “invasión” de los músicos italianos con sus óperas. Son protegidos por los reyes y, más tarde, por la aristocracia. Entonces la producción «nacional» pierde color, baja la calidad y es poco a poco influida por lo italiano, como en casi toda Europa. Los españoles escriben óperas italianas; pero queda el rescoldo de las músicas para los espectáculos teatrales: los entremeses, bailes y mojigangas. En ellos, frecuentemente de no muy alta calidad, queda el reducto de lo típicamente español. Poco a poco va siendo obligado que estas obras musicales tengan un pequeño argumento y se intercalen en los intermedios de las piezas teatrales habladas. Surge así en la segunda mitad del siglo XVIII la tonadilla escénica, de vida intensísima pero efímera.

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